El don de la salvación

Correo febrero 18, 2020

Considere este pasaje, que se encuentra en Romanos 5:12-17 (NVI):

“Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron.[a]  Antes de promulgarse la ley, ya existía el pecado en el mundo. Es cierto que el pecado no se toma en cuenta cuando no hay ley; sin embargo, desde Adán hasta Moisés la muerte reinó, incluso sobre los que no pecaron quebrantando un mandato, como lo hizo Adán, quien es figura de aquel que había de venir.

“Pero la transgresión de Adán no puede compararse con la gracia de Dios. Pues, si por la transgresión de un solo hombre murieron todos, ¡cuánto más el don que vino por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, abundó para todos!  Tampoco se puede comparar la dádiva de Dios con las consecuencias del pecado de Adán. El juicio que lleva a la condenación fue resultado de un solo pecado, pero la dádiva que lleva a la justificación tiene que ver con[b] una multitud de transgresiones.  Pues, si por la transgresión de un solo hombre reinó la muerte, con mayor razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia reinarán en vida por medio de un solo hombre, Jesucristo”.

¿Realmente crees que eres salvo a través del don de la salvación, ofrecido por Jesús en la cruz? ¿Crees que tienes que hacer algo para ganar esa salvación o buscas merecerla? Nuestro blog de hoy examinará puntos de vista y creencias globales sobre varios aspectos de la salvación.

Como parte de la Encuesta Global de Miembros de la Iglesia (GCMS) 2017-18, se pidió a los miembros de la iglesia que respondieran a la declaración: “Toda persona nace con tendencias hacia el mal”. Más de dos tercios (67%) estuvieron de acuerdo o muy de acuerdo con esta declaración. Casi uno de cada diez (11.4%) compartió que no están seguros. Respecto a esto, más de uno de cada cinco encuestados (21.6%) no estuvo de acuerdo con esta declaración en un grado u otro. Este desacuerdo significa que no creen que cada persona nace con una naturaleza/propensión pecaminosa al pecado, negando su necesidad de Cristo y su don de salvación.

Luego se pidió a los encuestados que respondieran a la declaración: “No entraré al cielo a menos que obedezca perfectamente la ley de Dios”. Alrededor de dos tercios (64.7%) estuvieron de acuerdo o muy de acuerdo con esta declaración.
Este nivel de legalismo es desgarrador, ya que estos miembros de iglesia no comprenden la esencia del Evangelio: el don inmerecido de la salvación dado por Jesús. La salvación es solo por gracia.
Solo alrededor de una cuarta parte (26.1%) no estuvo de acuerdo con esta declaración, lo que indica que entienden que nada de lo que podamos hacer nos hará “lo suficientemente buenos” para el cielo.

A pesar de las respuestas a estas preguntas, cuando se preguntó a los encuestados si creían que la salvación es solo a través de Jesucristo, una gran mayoría (95.4%) estuvo de acuerdo, o muy de acuerdo, en que este es el caso. El 81% respondió “totalmente de acuerdo” en este ítem. Pareciera que algunos miembros, aunque racionalmente conocen esta verdad, no logran sentir la seguridad de ella en sus corazones, o les cuesta aplicarla a su vida espiritual diaria. Quizá algunos miembros se han criado en un entorno legalista y no comprenden que nada de lo que hacemos nos ayuda a ganar el cielo. Notablemente, en los dos primeros casos, aproximadamente el 10% no estaba seguro. Significa que estos problemas no fueron presentados claramente, provocando la confusión para tomar una posición definitiva.

¿Por qué importa esto? Porque si nosotros, como miembros de la iglesia en todo el mundo, no entendemos completamente nuestra naturaleza pecaminosa, si no entendemos completamente lo desesperados e indefensos que somos para lograr la salvación por nuestra cuenta, si no entendemos estas cosas, nunca comprenderemos la inmensidad del don que Jesús dio cuando murió en la cruz: la salvación. Elena G. White escribe: “Es imposible que escapemos por nosotros mismos del hoyo de pecado en el que estamos sumidos. Nuestro corazón es malo, y no lo podemos cambiar. “¿Quién podrá sacar cosa limpia de inmunda? Ninguno.” “El ánimo carnal es enemistad contra Dios; pues no está sujeto a la ley de Dios, ni a la verdad lo puede estar.” La educación, la cultura, el ejercicio de la voluntad, el esfuerzo humano, todos tienen su propia esfera, pero no tienen poder para salvarnos. Pueden producir una corrección externa de la conducta, pero no pueden cambiar el corazón; no pueden purificar las fuentes de la vida. Debe haber un poder que obre desde el interior, una vida nueva de lo alto, antes que el hombre pueda convertirse del pecado a la santidad. Ese poder es Cristo. Únicamente su gracia puede vivificar las facultades muertas del alma y atraer esta a Dios, a la santidad” (Camino a Cristo, 18.1).

Para obtener más información sobre las creencias de la Iglesia Adventista del Séptimo Día sobre la naturaleza de la humanidad y la experiencia de la salvación, haga clic a continuación:

https://www.adventist.org/beliefs/fundamental-beliefs/humanity/nature-of-humanity/

https://www.adventist.org/beliefs/fundamental-beliefs/salvation/the-experience-of-salvation/

Puede encontrar más información sobre el GCMS 2018 aquí en el Informe de metaanálisis

Creado en colaboración con el Instituto del Ministerio de la Iglesia.